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Yo compro, tú compras, nosotros compramos: cómo hacerlo responsablemente

La manera cómo consumimos los bienes y servicios que necesitamos a diario tienen un efecto enorme en la economía. Pero también un impacto social y ambiental. Hoy la tendencia es reducir al máximo las externalidades negativas de nuestras actividades. El ejercicio compromete a las personas, pero también a empresas e instituciones.

24 abril, 2013

Escrito por: Gabriela Bade M.

Consumo Responsable

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Más de un 70% de los chilenos cree que el consumo responsable tiene que ver con consumir lo menos posible. El dato es de un estudio de la UDP hecho en 2012, que llega a esa cifra tras hacer más de mil entrevistas en todo el país.

En el mismo estudio las personas declaran que tienen algunas prácticas concretas al respecto, como mirar las etiquetas de los productos antes de decidir una compra, o que planifica las compras de ropa y alimentos. Pero, en total, no es más de un 6,5% entra en la categoría de consumidor responsable, considerando 10 prácticas que definen esta actitud. La realidad es que el 73% tienen menos de 7 de esas prácticas, lo que los convierte en iniciantes.

Lo que más parecieran hacer las personas es  consumir con criterio de eficiencia energética, apagando luces, desconectando equipos a la electricidad o usando menos agua al lavarse los dientes.

De hecho, la eficiencia de un producto es también uno de los principales criterios de compra.

Pero también hay conciencia de algo más: el 84% de los encuestados cree que a través de la compra se pueden generar cambios sociales.

Como dice José Manuel Melero de la Fundación Ciudadano Responsable, que fomenta una compra más reflexiva, no se puede estandarizar en un concepto lo que es el consumo responsable. “Si compras un tomate orgánico y sacas una tajada y botas el resto, eso no es tan responsable. Están los que se preocupan por los animales, los que están interesados en comercio justo, los que quieren saber si el papel que compró viene de un bosque con manejo sustentable. No hay una sola forma de ser responsable”.

Lo que las personas que estudian el área y trabajan con ella plantean es que hablamos de una práctica que  puede incorporar varios valores (respeto a los animales, reciclaje, comida orgánica, etc). Lo importante es hacer conciencia de que cada vez que se consume algún producto o servicio, hay un impacto ambiental, social o económico.

“El contexto en el que se encuentran las grandes compañías, con una población que está creciendo, con el cambio climático que se está acelerando, entre otros factores, ha hecho que las empresas tengan que tomar un rol activo para instalar esta transformación hacia la sustentabilidad masivamente. Tienen que tomar el liderazgo para ayudar a que esto se cumpla en toda la cadena desde el proveedor hasta el consumidor”, explica Chantal Goldschmidt, directora de marketing Unilever Chile.

Hacerse cargo

Como Unilever, son varias las compañías que a nivel global han iniciado políticas y acciones en las que se han ido haciendo cargo paulatinamente del impacto de su negocio. Las más de las veces por el peso de organismos internacionales como la ONU u otros, que han ido pidiendo medidas concretas al mundo corporativo, dada la evidencia del calentamiento global y otros fenómenos ambientales que están tensando la sostenibilidad de la vida en el planeta.

Eso podría dar pie a otro enunciado del estudio UDP. Más de un 80% de chilenos apoyan la idea de que “los consumidores han cambiado mucho en los últimos años y hoy esperan mucho más de las empresas en materias ambientales y sociales”.

Pero, como nos dice el director de Adimark, Roberto Méndez, en entrevista en estas páginas, hay un divorcio entre lo que las personas declaran y lo que efectivamente hacen. De hecho, el mismo estudio UDP constata que el hábito de separar la basura para efectos del reciclaje, no está incorporado masivamente a la vida nacional.

Falta una política pública es lo que, por otra parte, propone uno de los directores de Odecu (Organización de Consumidores y Usuarios de Chile), Stefan Larenas. “Hay sólo iniciativas fragmentadas, pero no hay una política que estimule una vida más sustentable. Estocolmo, que es una ciudad que conozco bien, tiene duras políticas para los automovilistas que quieran entrar al centro de la ciudad. Les cobran carísimo y además, hay un impuesto enorme al combustible. Como contra oferta, tienen un sistema de transporte público de alta calidad”.

Pero en lo que todos coinciden es que hay un cambio de actitud. La sustentabilidad, una vez entendida, no es preocupación de ecologistas locos, sino que está ya bastante más instalada como un tema de interés general.

Falta probablemente más información. Hoy hay en el mercado productos que tienen certificaciones que le dan al consumidor luces para “reconocer ciertas características de responsabilidad social y/o medio ambiental en un determinado producto o servicio. Nos aseguran que ciertos parámetros se cumplen y que, pese no poder abarcarlo todo, garantizan y responden por su compromiso”, explica la página web de Ciudadano Responsable.

Por ejemplo, la exigente certificación FSC, que “promueve el manejo forestal ambientalmente responsable, económicamente viable y socialmente beneficioso para los trabajadores y las comunidades locales, a través de 10 principios y 56 criterios, que aplicados a las realidades locales, permitan el acceso a la certificación”. También está la certificación de Comercio Justo, de Peta Cruelty Free (que certifica el no maltrato animal) y varias más. A veces están en las cajas de las cosas que compramos y simplemente no las sabemos identificar.

Imposiciones del mercado

En definitiva, las empresas están movilizándose. Cargan sobre ellas las regulaciones internas y también todas las que imponen los mercados internacionales, que suelen ser bastante más exigentes. Por ahí es que muchos criterios de sostenibilidad han ido entrando al país, pero ahora falta que las personas pasen de las declaraciones a las acciones.

Por ejemplo, de hacer conciencia de que las cosas que compramos van a parar a vertederos. Y, por lo tanto, es importante aprender a pensar en el ciclo completo de los productos. Que si compramos un celular, por ejemplo, su batería, su cargador, su plástico, irán a parar a alguna parte. Pero ese número no puede aumentar al infinito.

Algunas compañías globales, desde que empezaron a hacer reportes de sustentabilidad, saben perfectamente su rol en la cadena. Y trabajan en reducir sus impactos, concentrados en su huella de carbono, o tratan de ocupar energías renovables, o evitan generar residuos con plantas de tratamiento especiales. O están preocupados de su relación con las comunidades, a fin de que la elaboración de sus productos no sea a costo de trabajos precarios, por ejemplo.

Hoy esa información es cada vez más pública y es la que ayuda, en última instancia, a tomar decisiones de compra, asumiendo que ya no se puede considerar que las riquezas naturales son inagotables. Al contrario, son cada vez más escasas.



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